viernes, 31 de mayo de 2013

ANÁLISIS DE "DEMASIADO CARO" DE LEÓN TOLSTOI, Héctor Zabala

ANÁLISIS DE “DEMASIADO CARO”
Héctor Zabala ©

Según señala el propio Tolstoi, sería un relato verídico inspirado en el escritor francés Guy de Maupassant, quizá sobre un esbozo de cuento, pero tengo dudas de que tal afirmación (que aparece como subtítulo de la obra) no sea una dosis más de la gran ironía que se trasluce en toda su narración.
El cuento no pudo publicarse apenas escrito (1890) por la censura que por entonces existía bajo el régimen zarista. Apareció por primera vez en Inglaterra, en la edición de Vladimir Grigoryevich Chertkov de 1899. En Rusia no sería publicado hasta 1901, cuando ya era imposible evitar que se leyera. Probablemente esa década de censura a Demasiado caro tuviera su razón de ser en el espíritu de cuerpo que mantenían los monarcas europeos entre sí (en el caso, el zar y el príncipe monegasco) ante el avance secular del republicanismo, más que en el tema de fondo, la pena de muerte. En efecto, la obra ridiculiza al príncipe y al principado en cuestión.
Para algunos críticos la fuerza narrativa de Tolstoi no estaba justamente en el cuento corto de ficción. Destacaba más en novela y en el pintoresquismo de personajes sacados de la vida real; de hecho sus principales obras (Guerra y paz, Anna Karénina) son incluidas generalmente en el realismo.
Sin embargo esta pequeña obra parece ser una excepción. Sus principales méritos consisten en mostrarnos un manejo magistral de la ironía, de la paradoja, cosa no muy habitual en Tolstoi, y en intentar que el lector recapacite sobre la dureza de los castigos que por entonces se aplicaban a los delincuentes en todo el mundo. No olvidemos que este autor, además de sustentar un humanismo socializante (hay quienes ven sus ideas como una vuelta al primitivo cristianismo), fue un decidido abolicionista que fustigaba con acritud la pena de muerte y las torturas, moneda corriente en todo el siglo XIX. En Mi confesión, una suerte de balance de su anterior vida disipada, nos dice: “Durante mi residencia en París, la vista de una ejecución de la pena capital me reveló la debilidad de mi creencia supersticiosa en el progreso. Cuando vi la cabeza de aquel hombre desprenderse del cuerpo y oí el ruido que produjo al caer en el cesto, comprendí –no con mi razón, sino con todo mi ser– que ninguna teoría de la sabiduría de las cosas establecidas ni del progreso podía justificar semejante acto, y que aunque todos los hombres que hayan existido en el mundo desde la creación, basándose en la teoría que fuese, hubiesen encontrado que aquello era necesario, yo sabía que no lo era, que estaba mal hecho, y que, por consiguiente, yo debía juzgar en adelante lo que es justo y necesario, no por lo que dicen y hacen los hombres ni por lo que significa el progreso, sino por lo que me dicte el corazón”.

UNA CRÍTICA DE CARÁCTER MORAL
La obra comienza con una crítica velada a la doble moral del reyezuelo. Impone penas duras para los delitos, pero todo el andamiaje económico de su principado es la inmoralidad: el juego y otros vicios. En efecto, si los vicios desaparecieran, no habría sobre qué aplicar impuestos. Es decir, se cuestiona con dureza el acto inmoral de un delincuente aislado, que en el peor de los casos afectó cuanto mucho a unas pocas personas, y no se cuestiona un sistema estructuralmente inmoral que afecta a miles, quizá a millones de personas dado que Mónaco gozó siempre de turismo extranjero.
En este sentido es muy sagaz el detalle vertido sobre la prohibición de casinos en toda Europa como consecuencia de que provocaba suicidios frecuentes de jugadores compulsivos. Se está diciendo, indirectamente, que el reyezuelo y sus funcionarios castigan al asesino de un hombre y no se castigan a sí mismos cuando son culpables de la muerte de muchos otros y también de innumerables casos futuros.

UNA ESTRUCTURA DE ZUGWANG
En ajedrez, una posición de zugzwang es la que lleva necesariamente a perder la partida, sin importar lo que se intente para evitarlo. Se traduce del alemán como “obligación de mover” o “forzado a jugar”. Y así como en ajedrez el jugador está obligado a accionar por reglamento, aunque ello implique su fracaso, en el cuento el príncipe lo está por la ley. Debe hacer algo, no puede “pasar”, como ocurre con otros juegos de mesa, verbigracia el póker. Pero Tolstoi desarrolla su cuento de tal forma que las diversas alternativas encontradas acaban siempre en callejones sin salida. Así, si se trata de ejecutar al reo, se desbarranca la economía palaciega; si se le conmuta la ejecución por cadena perpetua, también; si se le sugiere fugarse, el preso se niega, pues ¿dónde estará mejor que en la cárcel, mantenido por el gobierno? Terminan dejándolo libre y asignándole un sueldo. En síntesis: se lo premia por haber cometido un crimen. Como diría un ajedrecista “son todas malas”. Eso sí, digamos que virtualmente se lo deporta a Francia, aunque apenas a unos pocos kilómetros de la frontera.

CONCLUSIÓN
En el desarrollo del cuento, reyezuelo y ministros no tienen prurito en contradecirse casi de continuo, aplicando penas cada vez más débiles. En ellos prima la economía sobre la justicia.
Considerando que Tolstoi era profundamente religioso, es muy probable que haya querido dejarnos como moraleja que sólo Dios puede ser realmente justo en sus juicios. Una manera de decirnos que ningún ser humano tiene derecho de quitarle la vida a otro, sin importar el motivo.

León Tolstoi
(según Iliá Yefimovich Repin)
Lev Nikoláievich Tolstoi, tal su nombre vertido del ruso, nació en Yasnaia Poliana, provincia de Tula, el 28 de agosto de 1828. Perteneciente a una familia de la antigua nobleza rusa, perdió a sus padres en plena infancia.
La familia, encabezada por su hermano mayor, Nikolai, se trasladó a la mansión de un tío en Kazán, en cuya universidad ingresó el futuro escritor, aunque luego no concluiría sus estudios de lenguas orientales. Más tarde, en San Petersburgo lograría un título universitario en Derecho.
Tolstoi fue un contradictorio típico, como ocurre a menudo entre la gente de genio. Era tan encantador como de mal carácter, de buenos sentimientos y comprometido con la caridad cristiana como empedernido jugador por dinero, defensor de la vida y adversario de la pena de muerte como amante de la caza o digno acompañante de su hermano mayor a los frentes de batalla, de contextura robusta como sufrido reumático con decenas de otras dolencias, amigo de los campesinos como mundano que se codeaba con la alta sociedad, de carácter fuerte como dominable por su mujer a quien superaba en edad, tan feo y tosco como inteligente, tan amado por sus colegas como odiado por otros. Su vida es muy conocida gracias a la profusa correspondencia que mantuvo con parientes y amigos, así como por el diario íntimo de su esposa Sofía y el suyo personal.
Fue un gran lector ya desde muy joven y llegó a dominar varios idiomas. Durante su estancia en el Cáucaso fue registrando en su mente los distintos tipos humanos, tanto campesinos como militares, que luego volcaría en sus obras.
Prolífero narrador, colaboró mucho con la revista literaria Sovremennik (El Contemporáneo) al igual que su amigo Iván Turgueniev. Esta revista había sido fundada en 1836 por los poetas Puschkin y Pletniev.
Algunos viajes por Europa dieron a Tolstoi una visión más amplia del mundo. También fundó una escuela en Yasnaia Poliana y se dedicó a la enseñanza, aplicando ideas propias. Su Silabario, dedicado al programa de enseñanza elemental, demostró su gran anhelo por el desarrollo educativo de los niños.
Murió de un infarto en la estación ferroviaria de Astápovo (unos 170 km al sur de Moscú) el 20 de noviembre de 1910 cuando intentaba escapar de su casa. Trató de desprenderse de todos los bienes en beneficio de los pobres, pero su esposa lo impidió.

Sus obras:
Novelas: Infancia, adolescencia y juventud (1851-1856), Felicidad conyugal(1858-1859), Guerra y Paz (1864-1869), Anna Karénina (1873-1876), Los decembristas (1859-1884), La Sonata a Kreutzer (1889), Resurrección (1890-1899), Hadji Murat (1896-1904, edición póstuma).
Teatro: El poder de las tinieblas (drama, 1886-1887), Los frutos de la civilización(comedia, 1886-1889), El vagabundo (comedia, 1910), El mujik y el obrero(comedia), El cadáver viviente (drama, 1911).
Cuentos: La incursión (1851-1854, publicado en 1856), La tala del bosque(1851-1854, publicado en 1855), El degradado (1856), Diario de un marcador(1853), Sebastopol en diciembre de 1854 (1855), Sebastopol en mayo de 1855 (1855), Sebastopol en agosto de 1855 (1856), La borrasca (1856), Los dos húsares (1856), La mañana de un señor (1852-1856, publicado en 1856),Lucerna (1855), Alberto (1857, editado en 1858 con errores, subsanados en 1886), Tres muertes (1859), Los cosacos  (1852-1862, publicado en 1863),Polikushka (1861-1862, publicado en 1863), Jolstomer (1856-1863, publicado en 1886), La muerte de Iván Illich  (1884-1886, publicado en 1886), Francisca (1890, publicado en 1891), Demasiado caro (1890, publicado en 1899), Amo y criado(1894-1895, publicado en 1895), Después del baile (1903, edición póstuma de 1911), El billete falsificado (1898-1904, edición póstuma de 1911), Alioscha "El puchero" (1905, edición póstuma de 1911), Korney Vasiliev (1879, publicado en 1906), Las fresas (1905, publicado en 1906), Diario póstumo de Fiodor Kuzmich(1905-1906, edición póstuma de 1911), ¿Por qué? (1906), El sueño (1906, edición póstuma de 1911), Pobres gentes (1906), El poder de la Infancia (1908, edición póstuma de 1912), Jodynka (1910), Sin querer (1910, publicado en 1911), No hay culpables en el mundo (1908-1909, edición póstuma de 1911), El padre Serguei (1890-1898, edición póstuma de 1911).
Cuentos para niños (1871-1872, publicados en 1872): El niño abandonado, El mujik y los pepinos, El incendio, El viejo caballo, La rama, Cómo aprendía a montar a caballo, Bolita, Bolita y el jabalí, Los faisanes, Milton y Bolita, La tortuga, Bolita y el lobo, Lo que ocurrió a Bolita en Piatigorsk, El fin de Bolita y de Milton, La liebre, Dios ve la verdad pero no la dice sino cuando quiere, Cómo cazamos un oso, El prisionero del Cáucaso.
Cuentos populares (1880): Historia de Iván “el imbécil”; Mijail, el aprendiz de zapatero; Donde está el amor, allí está Dios; Ilias; Los dos hermanos y el oro; Melania y Akulina; Dios y el diablo; El pecador arrepentido; Los tres “Starsky”; El primer destilador; El cirio; El origen del mal; Los dos viejos; El ahijado; La semilla milagrosa; Emelián el obrero; ¿Cuánta tierra necesita el hombre?
Relatos autobiográficosPrimeros recuerdos (1878-1892), Recuerdos (1903-1905).

lunes, 27 de mayo de 2013

CHEMA PÉREZ GAY, Octavio Rodríguez Araujo

Chema Pérez Gay
Octavio Rodríguez Araujo
C
uando lo conocí él y Lilia eran novios. Lilia era mi amiga entrañable de varios años antes, pero pronto me conecté con Chema también. ¡Qué pareja! Ambos vitales como pocos, a veces salían de mi casa a las 6 o 7 de la mañana después de conversar, discutir, oír música y en ocasiones hasta llorar. No puedo olvidar aquellos años, y menos ahora que Lilia carga la piedra del sufrimiento por la ausencia de su pareja de tanto tiempo, insuficiente como quiera que sea. El tiempo con el ser amado siempre es corto.
Los dos colaboraron conmigo en la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, ella con su energía inagotable y su amplio conocimiento de idiomas (yo soy monolingüe) necesarios para el desarrollo de nuestro trabajo en el ámbito internacional, él con su famoso seminario Literatura y Sociedad en Austria, que impartió de 1982 a 1983, y del que salió años después su erudito libro El imperio perdido. Verlos a los dos era un regalo de viento fresco y a la vez de densidad intelectual. La memoria de Chema me apantallaba siempre y lograba ponerme verde de envidia, envidia de la buena, pues además hacía de nuestras conversaciones una delicia que yo pensaba que se había acabado con los tiempos de la vieja bohemia parisina o vienesa de principios de ese siglo que, como todo, acabó con el nacimiento de éste.
Íbamos a muchos lados juntos, a casa de sus amigos y de los míos, y los Pérez, como les decía de cariño, caían en blandito en las casas de mis amigos más izquierdosos y de otros más moderados. Tenían, como pareja e individualmente, la cualidad de generar empatía con todos, hasta con los sectarios y los necios (perdón por la redundancia) que nunca faltan en una reunión. En su casa, que no siempre fue en el mismo domicilio, pasábamos veladas muy plenas con amigos comunes o con amigos de ellos que ahí conocí. Chema tenía una cualidad (o defecto, según como se vea): no beber una gota de alcohol y era asombrosa su capacidad para aguantar a quienes se les pasaban las copas: los trataba con el mismo respeto que si estuvieran sobrios y lúcidos. Yo, que bebo ocasionalmente, no tengo la misma paciencia. Pero él era más sabio que yo, sin duda.
El tiempo y nuestras diferentes ocupaciones nos distanciaron un poco; sin embargo, no hubo escrito de él que yo no leyera, frecuentemente con admiración. Curiosamente López Obrador nos volvió a reunir en diversos sitios, incluyendo su casa con Lilia y sus hijos en Coyoacán. Nunca supe cómo es que nació su gran amistad con Andrés Manuel, y nunca les pregunté, ni a él, ni a Lilia ni al mismo López Obrador. Pero era obvio que esa amistad era de lazos fuertes, Andrés lo dijo muchas veces y hasta votó por él en las elecciones pasadas. Así lo dijo.
Su trayecto del mundito de la revistaNexos (que nunca dejó, aunque ésta cambió por comparación con sus orígenes) a la izquierda lopezobradorista escapa a mi conocimiento, aunque sé que los caminos se entreveran a veces de maneras muy curiosas. Dicho acercamiento se dio cuando yo ya no vivía en la ciudad de México y cuando nuestros encuentros del pasado eran más espaciados después. Tal vez la ubicuidad de Chema se haya debido a su portentosa facilidad para hacer amigos (nunca le conocí un enemigo o alguien que hablara mal de él), cualidad derivada, pienso, de su enorme cultura que lo hacía no sólo un gran conversador, sino un hombre del que algo aprendíamos siempre. Pero, además, porque era un culto simpático, galardón del que no pueden presumir todos los cultos que conozco. Y, además, porque con Lilia, desbordante de simpatía y cariño, su transcurso por la vida era más fácil. Me quito el sombrero ante ella, que ahora tendrá que ser más fuerte de lo que ha sido.
No quiero imaginarme lo que sufrieron Chema y su familia al ver que sus cualidades más apreciadas iban deteriorándose por ataques de su naturaleza intrínseca. Sé que todos con la edad perdemos salud y fortaleza (y a menudo inteligencia), pero nadie quiere sufrir el término de la vida, y menos si éste se da poco a poco y no de un saludable infarto mientras dormimos plácidamente. Chema luchó por vivir, me consta porque lo vi intentándolo rodeado de amor y amistad, pero lo que llevamos dentro de nuestro maravilloso mecanismo corporal no siempre funciona como quisiéramos. Somos frágiles, por lo que concluyo pensando que vivir es una proeza. Y vivir excepcionalmente, como lo hizo Chema prodigando su amistad y su inteligencia, debe ser más difícil. Por lo que era y lo que nos dio, mi agradecimiento y mi recuerdo más sentido. A Lilia le deseo fortaleza por su gran pérdida.
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viernes, 24 de mayo de 2013

¡QUÉ BIEN ESTÁN LOS MUERTOS!, Amado Nervo


Les compartimos ¡Qué bien están los muertos!, de Amado Nervo:
¡Qué bien están los muertos,
ya sin calor ni frío,
ya sin tedio ni hastío!
Por la tierra cubiertos,
en su caja extendidos,
blandamente dormidos...

¡Qué bien están los muertos
con las manos cruzadas,
con las bocas cerradas!

¡Con los ojos abiertos,
para ver el arcano
que yo persigo en vano!

¡Qué bien estás, mi amor,
ya por siempre exceptuada
de la vejez odiada,

del verdugo dolor...;
inmortalmente joven,
dejando que te troven

su trova cotidiana
los pájaros poetas
que moran en las quietas

tumbas, y en la mañana,
donde la Muerte anida,
saludan a la vida!

Viernes de autor / Amado Nervo
Les compartimos  ¡Qué bien están los muertos!, de Amado Nervo:
¡Qué bien están los muertos,
ya sin calor ni frío, 
ya sin tedio ni hastío!

Por la tierra cubiertos,
en su caja extendidos,
blandamente dormidos...

¡Qué bien están los muertos
con las manos cruzadas,
con las bocas cerradas!

¡Con los ojos abiertos, 
para ver el arcano
que yo persigo en vano!

¡Qué bien estás, mi amor,
ya por siempre exceptuada
de la vejez odiada,

del verdugo dolor...;
inmortalmente joven, 
dejando que te troven

su trova cotidiana
los pájaros poetas
que moran en las quietas

tumbas, y en la mañana, 
donde la Muerte anida, 
saludan a la vida!

Viernes de autor / Amado Nervo