ANÁLISIS DE “DEMASIADO CARO”
Héctor Zabala ©
Según señala el propio Tolstoi, sería un relato verídico inspirado en el escritor francés Guy de Maupassant, quizá sobre un esbozo de cuento, pero tengo dudas de que tal afirmación (que aparece como subtítulo de la obra) no sea una dosis más de la gran ironía que se trasluce en toda su narración.
El cuento no pudo publicarse apenas escrito (1890) por la censura que por entonces existía bajo el régimen zarista. Apareció por primera vez en Inglaterra, en la edición de Vladimir Grigoryevich Chertkov de 1899. En Rusia no sería publicado hasta 1901, cuando ya era imposible evitar que se leyera. Probablemente esa década de censura a Demasiado caro tuviera su razón de ser en el espíritu de cuerpo que mantenían los monarcas europeos entre sí (en el caso, el zar y el príncipe monegasco) ante el avance secular del republicanismo, más que en el tema de fondo, la pena de muerte. En efecto, la obra ridiculiza al príncipe y al principado en cuestión.
Para algunos críticos la fuerza narrativa de Tolstoi no estaba justamente en el cuento corto de ficción. Destacaba más en novela y en el pintoresquismo de personajes sacados de la vida real; de hecho sus principales obras (Guerra y paz, Anna Karénina) son incluidas generalmente en el realismo.
Sin embargo esta pequeña obra parece ser una excepción. Sus principales méritos consisten en mostrarnos un manejo magistral de la ironía, de la paradoja, cosa no muy habitual en Tolstoi, y en intentar que el lector recapacite sobre la dureza de los castigos que por entonces se aplicaban a los delincuentes en todo el mundo. No olvidemos que este autor, además de sustentar un humanismo socializante (hay quienes ven sus ideas como una vuelta al primitivo cristianismo), fue un decidido abolicionista que fustigaba con acritud la pena de muerte y las torturas, moneda corriente en todo el siglo XIX. En Mi confesión, una suerte de balance de su anterior vida disipada, nos dice: “Durante mi residencia en París, la vista de una ejecución de la pena capital me reveló la debilidad de mi creencia supersticiosa en el progreso. Cuando vi la cabeza de aquel hombre desprenderse del cuerpo y oí el ruido que produjo al caer en el cesto, comprendí –no con mi razón, sino con todo mi ser– que ninguna teoría de la sabiduría de las cosas establecidas ni del progreso podía justificar semejante acto, y que aunque todos los hombres que hayan existido en el mundo desde la creación, basándose en la teoría que fuese, hubiesen encontrado que aquello era necesario, yo sabía que no lo era, que estaba mal hecho, y que, por consiguiente, yo debía juzgar en adelante lo que es justo y necesario, no por lo que dicen y hacen los hombres ni por lo que significa el progreso, sino por lo que me dicte el corazón”.
UNA CRÍTICA DE CARÁCTER MORAL
La obra comienza con una crítica velada a la doble moral del reyezuelo. Impone penas duras para los delitos, pero todo el andamiaje económico de su principado es la inmoralidad: el juego y otros vicios. En efecto, si los vicios desaparecieran, no habría sobre qué aplicar impuestos. Es decir, se cuestiona con dureza el acto inmoral de un delincuente aislado, que en el peor de los casos afectó cuanto mucho a unas pocas personas, y no se cuestiona un sistema estructuralmente inmoral que afecta a miles, quizá a millones de personas dado que Mónaco gozó siempre de turismo extranjero.
En este sentido es muy sagaz el detalle vertido sobre la prohibición de casinos en toda Europa como consecuencia de que provocaba suicidios frecuentes de jugadores compulsivos. Se está diciendo, indirectamente, que el reyezuelo y sus funcionarios castigan al asesino de un hombre y no se castigan a sí mismos cuando son culpables de la muerte de muchos otros y también de innumerables casos futuros.
UNA ESTRUCTURA DE ZUGWANG
En ajedrez, una posición de zugzwang es la que lleva necesariamente a perder la partida, sin importar lo que se intente para evitarlo. Se traduce del alemán como “obligación de mover” o “forzado a jugar”. Y así como en ajedrez el jugador está obligado a accionar por reglamento, aunque ello implique su fracaso, en el cuento el príncipe lo está por la ley. Debe hacer algo, no puede “pasar”, como ocurre con otros juegos de mesa, verbigracia el póker. Pero Tolstoi desarrolla su cuento de tal forma que las diversas alternativas encontradas acaban siempre en callejones sin salida. Así, si se trata de ejecutar al reo, se desbarranca la economía palaciega; si se le conmuta la ejecución por cadena perpetua, también; si se le sugiere fugarse, el preso se niega, pues ¿dónde estará mejor que en la cárcel, mantenido por el gobierno? Terminan dejándolo libre y asignándole un sueldo. En síntesis: se lo premia por haber cometido un crimen. Como diría un ajedrecista “son todas malas”. Eso sí, digamos que virtualmente se lo deporta a Francia, aunque apenas a unos pocos kilómetros de la frontera.
CONCLUSIÓN
En el desarrollo del cuento, reyezuelo y ministros no tienen prurito en contradecirse casi de continuo, aplicando penas cada vez más débiles. En ellos prima la economía sobre la justicia.
Considerando que Tolstoi era profundamente religioso, es muy probable que haya querido dejarnos como moraleja que sólo Dios puede ser realmente justo en sus juicios. Una manera de decirnos que ningún ser humano tiene derecho de quitarle la vida a otro, sin importar el motivo.
Lev Nikoláievich Tolstoi, tal su nombre vertido del ruso, nació en Yasnaia Poliana, provincia de Tula, el 28 de agosto de 1828. Perteneciente a una familia de la antigua nobleza rusa, perdió a sus padres en plena infancia.
La familia, encabezada por su hermano mayor, Nikolai, se trasladó a la mansión de un tío en Kazán, en cuya universidad ingresó el futuro escritor, aunque luego no concluiría sus estudios de lenguas orientales. Más tarde, en San Petersburgo lograría un título universitario en Derecho.
Tolstoi fue un contradictorio típico, como ocurre a menudo entre la gente de genio. Era tan encantador como de mal carácter, de buenos sentimientos y comprometido con la caridad cristiana como empedernido jugador por dinero, defensor de la vida y adversario de la pena de muerte como amante de la caza o digno acompañante de su hermano mayor a los frentes de batalla, de contextura robusta como sufrido reumático con decenas de otras dolencias, amigo de los campesinos como mundano que se codeaba con la alta sociedad, de carácter fuerte como dominable por su mujer a quien superaba en edad, tan feo y tosco como inteligente, tan amado por sus colegas como odiado por otros. Su vida es muy conocida gracias a la profusa correspondencia que mantuvo con parientes y amigos, así como por el diario íntimo de su esposa Sofía y el suyo personal.
Fue un gran lector ya desde muy joven y llegó a dominar varios idiomas. Durante su estancia en el Cáucaso fue registrando en su mente los distintos tipos humanos, tanto campesinos como militares, que luego volcaría en sus obras.
Prolífero narrador, colaboró mucho con la revista literaria Sovremennik (El Contemporáneo) al igual que su amigo Iván Turgueniev. Esta revista había sido fundada en 1836 por los poetas Puschkin y Pletniev.
Algunos viajes por Europa dieron a Tolstoi una visión más amplia del mundo. También fundó una escuela en Yasnaia Poliana y se dedicó a la enseñanza, aplicando ideas propias. Su Silabario, dedicado al programa de enseñanza elemental, demostró su gran anhelo por el desarrollo educativo de los niños.
Murió de un infarto en la estación ferroviaria de Astápovo (unos 170 km al sur de Moscú) el 20 de noviembre de 1910 cuando intentaba escapar de su casa. Trató de desprenderse de todos los bienes en beneficio de los pobres, pero su esposa lo impidió.
Sus obras:
Teatro: El poder de las tinieblas (drama, 1886-1887), Los frutos de la civilización(comedia, 1886-1889), El vagabundo (comedia, 1910), El mujik y el obrero(comedia), El cadáver viviente (drama, 1911).
Cuentos: La incursión (1851-1854, publicado en 1856), La tala del bosque(1851-1854, publicado en 1855), El degradado (1856), Diario de un marcador(1853), Sebastopol en diciembre de 1854 (1855), Sebastopol en mayo de 1855 (1855), Sebastopol en agosto de 1855 (1856), La borrasca (1856), Los dos húsares (1856), La mañana de un señor (1852-1856, publicado en 1856),Lucerna (1855), Alberto (1857, editado en 1858 con errores, subsanados en 1886), Tres muertes (1859), Los cosacos (1852-1862, publicado en 1863),Polikushka (1861-1862, publicado en 1863), Jolstomer (1856-1863, publicado en 1886), La muerte de Iván Illich (1884-1886, publicado en 1886), Francisca (1890, publicado en 1891), Demasiado caro (1890, publicado en 1899), Amo y criado(1894-1895, publicado en 1895), Después del baile (1903, edición póstuma de 1911), El billete falsificado (1898-1904, edición póstuma de 1911), Alioscha "El puchero" (1905, edición póstuma de 1911), Korney Vasiliev (1879, publicado en 1906), Las fresas (1905, publicado en 1906), Diario póstumo de Fiodor Kuzmich(1905-1906, edición póstuma de 1911), ¿Por qué? (1906), El sueño (1906, edición póstuma de 1911), Pobres gentes (1906), El poder de la Infancia (1908, edición póstuma de 1912), Jodynka (1910), Sin querer (1910, publicado en 1911), No hay culpables en el mundo (1908-1909, edición póstuma de 1911), El padre Serguei (1890-1898, edición póstuma de 1911).
Relatos autobiográficos: Primeros recuerdos (1878-1892), Recuerdos (1903-1905).
¿Cómo ignorar relatos cortos tan portentosos como La muerte de Iván Ilich o Hadji Murat? La sobresaliente obra de Tolstoi no está limitada a la descomunal épica de Guerra y Paz y la tragedia personal y de la clase aristócrata rusa en Ana Karenina como aparenta dar a entender el comentario. Por último y cordialmente, reducir a estas dos novelas los méritos del Conde es manifiesta manera, en el mejor de los casos, de no haber leído el extenso resto de su obra.
ResponderEliminarSaludos
que asco
ResponderEliminarChupeloo
ResponderEliminarMuy literarios los últimos comentarios.
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